Sergei Rachmaninov

Creo que me estoy haciendo mayor: cada vez me gusta más la música clásica. Mientras desayuno me pongo noticias: pandemia y más pandemia, variantes y más variantes. Ahora vacunas.

Pero cuando arranco el coche para ir al trabajo, hace ya tiempo que conecto Radio Clásica, donde escuché la historia de Rachmaninov.

Coincido durante el trayecto hasta el curro con Martín Llade, presentador de Sinfonía de la Mañana de Radio Clásica. Es un tipo joven (1976), pero con una cultura, y no solo musical, que me abruma. Literatura, cine, radio… De todo habla con los invitados y comentarios de los oyentes.

Hace mucho tiempo que me interesa la psicología, la salud mental, la mente humana, a veces incomprensible, el suicidio… ¿Qué extrema agonía lleva a una persona a terminar con todo? ¿Por qué nos hundimos en un pozo?

También me interesa la #Musicoterapia. De hecho en este blog hemos creado una etiqueta para este tema. La música puede mejorar o aliviar el Alzheimer, depresión, insomnio… y sin efectos secundarios.

Benditos fármacos y empresas farmacéuticas que han salvado y salvan vidas, pero es inquietante pensar en la posibilidad de que los efectos secundarios de las medicinas causen más muertes que los accidentes. Y bendito tratamiento para el cáncer, que curó a mi mujer, a pesar de la falta de transpariencia de su elevadísimo coste.

Bueno, después de la «chapa», vamos con la historia de Rachmaninov.

Considerado el último representante ruso del Romanticismo, Sergei Rachmaninov (1873-1943) tuvo un debut dramático. Su «Sinfonía No. 1 en Re menor», fue estrenada en 1897 y dirigida por un tal Glazunov, uno de los grandes músicos rusos de la época. Tal vez el director no entendió la obra o, tal vez, como dicen otras versiones, el vodka le distorsionó la razón.

Cesar Cui, uno de los músicos más influyentes de la época, fue demoledor al afirmar que la sinfonía de Rachmaninov era fruto de las «fuerzas infernales», comparando la pieza con las bíblicas siete plagas de Egipto. Quizá este comentario fue la puntilla para que Rachmaninov bajara a los infiernos de la depresión durante cerca de tres años, aislándose del ámbito musical.

Menos mal que el músico ruso tenía AMIGOS, ya que lograron convencerle para que visitara a un eminente psiquiatra, Nicolai Dahi. Mediante sesiones de autosugestión e hipnotismo, el terapeuta logró mejorar la salud del compositor. Como muestra de su gratitud, Rachmaninov le dedicó a Dahi una de sus obras más conocidas e interpretadas en el mundo, su «Concierto No. 2 para piano y orquesta».

Rachmaninov había salido de Rusia con su esposa en 1917 y nunca más volvió. La nostalgia de su país le provocaba depresiones y estados melancólicos.

Después de la muerte del músico, las partituras de la sinfonía habían desaparecido. Pero en 1944, el musicólogo Alexander Ossovsky descubrió los arreglos orquestales usados en el estreno y la obra volvió a sonar el 17 de octubre de 1945 en el Conservatorio de Música de Moscú. La musicóloga Pola Suárez Urtubey afirmó que el compositor ruso desafió los cambios establecidos en el lenguaje musical durante su época, y quizá no se «entendió» su sinfonía.

Escucha el «Concierto No. 2 para piano y orquesta (II – Adagio sostenuto)». Enorme!

Y ahora escucha la famosa balada pop «All by myself» de Eric Carmen:

¿Ves algún parecido?

Fuente foto de la entrada: Getty Images/Hulton Archive

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